jueves, 5 de abril de 2007

Y ahora...la eutanasia
(Editorial El Economista, 3 de marzo de 2006)

Por Bernardo Graue Toussaint

El grupo parlamentario del PRD en el Senado presentará una iniciativa de ley para legalizar la eutanasia en México. De acuerdo con la misma, la terminación voluntaria de los tratamientos médicos sólo podría aplicarse en instituciones públicas del Sector Salud (previa aprobación de un Comité Nacional de Bioética Médica) y la medida sólo procedería en los casos de enfermedades terminales, cuyo diagnóstico no le dé más de seis meses de vida a la persona. Sólo se podría aplicar con el consentimiento del paciente o de su tutor legal, en el caso de los menores de edad.

Los defensores de la eutanasia argumentan un mero acto de voluntad soberana en el que el enfermo (o sus familiares o tutores) pueden determinar los confines de su propia existencia. La eutanasia presenta dos escenarios: el primero, donde el enfermo (o sus seres queridos) se convierten en dueños de la voluntad del médico, reduciéndolo a mero instrumento para sus decisiones o el segundo -y esta posibilidad resulta peor- donde el médico se erige en el supremo señor del destino del enfermo, arrogándose un poder desproporcionado.

Lo que los legisladores perredistas ignoran es que, en Derecho, las relaciones deben plantear derechos y obligaciones; En el caso de la eutanasia, el presunto “derecho a morir” no podría ni debería obligar a nadie al cumplimiento de un “deber de matar”.

Peor aún, esa determinación de vida o de muerte adquiere otra dimensión si consideramos las riesgos valorativos del médico. El diagnóstico de “incurable”, “terminal” e incluso el cálculo de tiempo de vida puede ser erróneo (y así se ha demostrado en infinidad de casos).

Por otra parte, el médico puede ser sujeto de múltiples presiones (de los familiares, hospitalarias, de costos, por falta de camas, ideológicas, etc). También puede ser presa de presiones propias falazmente humanitarias. Basta recordar múltiples casos de médicos o enfermeras que, escudados en la idea de una eutanasia equivalente a una santidad laica, mataban pacientes convencidos de que realizaban un acto piadoso.

No olvidemos, también, que la eutanasia legalizada -con los niveles de corrupción nacionales- podría facilitar el homicidio simulado (la abuela enferma frente a los nietos que esperan la herencia).
Muchas aristas tiene el tema de la eutanasia como para abordarlo con tanta ligereza, como pretende el PRD. Debemos pensar que una legislación irresponsable en la materia, vulneraría los derechos de seres humanos que serían valorados presuntamente como “incapaces”: accidentados o moribundos por enfermedad, (con deseos de vivir, pero imposibilitados para expresarlo) ancianos, débiles mentales, etc.
Creo que los seres humanos debemos pugnar por asistir al enfermo terminal con todos los recursos necesarios para paliar su sufrimiento o su dolor. Claro que sí. Pero permitir que un ser humano pueda determinar que otro debe de morirse ya, me parece un despropósito.
Hay que decirlo: qué preocupante y qué peligroso resulta que los temas relativos a la vida humana sean tratados en México de manera tan irresponsable, con tal de obtener un trofeo en la pugna política.
bgrauet@hotmail.com